martes, febrero 05, 2013

Los mejores discos latinos de 2012 (II)


2. Ricardo Villalobos – “Dependent and happy”


El año que la EDM conquistó los circuitos mainstream del mundo, el regreso de todo un prócer del house minimalista no podía dejar de ser noticia. Pero si lo que Skrillex y los suyos propugnan es al dubstep lo que el nü metal fue al hardcore, "Dependent and happy" encuentra a un Ricardo Villalobos que ha descubierto la elipsis en un género tan dado a lo desaforado como el techno. Aunque con su disco "Alcachofa" de 2003 es el inventor práctico del house minimalista, desde 2006 Villalobos estaba lejos de ser una garantía, y se lo daba por perdido en una obsesiva búsqueda por el detallismo sonoro ulterior –la clase de cosa que es normal te pase después de demasiadas noches tóxicas. Sin embargo, su odisea no era vana ni paranoide; al contrario, Villalobos andaba tras una fidelidad sonora casi platónica, que le permitiese combinar sin costuras lo sintético y lo orgánico. Una locura imposible, si pensamos que llegó a renunciar a emplear sonidos pregrabados, intentando construir todo su arsenal desde las más elementales formas, arrancando casi con ondas sonoras. Con este disco el chileno por fin ha dado con el filón que buscaba, la sublimación final del house en mantras hipnóticos, que con su desnudez recuerdan los tramos más conmovedores de "The Köln Concert" de Keith Jarrett o "Air above mountains" de Cecil Taylor.

Al mejor estilo de sus discos clásicos ("Alcachofa" y "Thé au harem d'Archiméde"), "Dependent and happy" es una experiencia inmersiva, con un beat electrónico incesante, que sirve como brújula en este viaje. Un cable a tierra que se hace indispensable en un disco en el que los estímulos sensoriales son múltiples, simultáneos y hasta inmisericordes. La maestría de Villalobos está en saber mantener la coherencia interna de sus canciones a pesar de ese torbellino. Un bombardeo sensorial que, fiel al estilo de Villalobos, es muy sutil. En lugar de disparar samples aleatorios, el chileno apuesta de forma radical por el uso de capas sonoras, contraponiendo con destreza su sonido al dubstep americano, una música tan impulsiva como tosca. De cierto modo, "Dependent and happy" marca la depuración molecular del estilo (ya minimalista) del chileno. Como muchos DJs, Villalobos sabe que el entorno digital es donde debemos interactuar con nuestra memoria, sentimientos e imaginación, pero como muy pocos ha encontrado cómo adaptar su música a esos parámetros. Ha conseguido que su minimalismo juegue a su favor, dejando que los cerebros de su público sean los que armen las piezas de esa música, con las dosis de familiaridad, novedad y vacío que cada quién considere necesarias. Con esas coordenadas, este disco se mueve sin pausa entre el caos urbano y la esfera privada de la memoria, entre lo incidental y lo orquestado.

Cuesta resaltar alguna canción entre los ochenta minutos de esta experiencia. Lo raro es cuán bien funcionan muchas de las partes de esta obra cuando se las escucha como temas sueltos. "Tu actitud" se parece al synth pop excéntrico de LCD Soundsystem, aunque Villalobos es algo más maniático, sufre peores desordenes de atención y goza de drogas más potentes que James Murphy. Por su parte, "I'm counting" entrelaza un loop de bongos con una batería programada al borde de la distorsión, un trabajo pulcro y transparente que "Timemorf", al contrario, deconstruye con patetismo. No es casual que el elemento percusivo sea el que resalta a lo largo del disco. Uno de los imperativos de la investigación académica sobre las limitaciones de la electrónica apunta a la necesaria ruptura con las programaciones estándar, con la homogeneidad de una rejilla rítmica hace mucho agotada. Que tantos DJs latinos estén a la vanguardia de la electrónica puede deberse a nuestro acercamiento enrarecido (postrero, marginal) a esos códigos. Ricardo Villalobos, con "Dependent and happy", tiene más de un argumento para postular como reinventor del techno. Y eso que, más que describir su monacal estilo de vida, el título del disco nos esboza la forma en que tenemos que adentrarnos en su música. Dependiendo de nuestra memoria e imaginación para discernir los paisajes sonoros del chileno, pero felices también de perdernos en los laberintos de manía sonora que construye.


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