domingo, marzo 10, 2013

Cosas que se te pueden ocurrir viendo a Yo La Tengo



Más que un esbozo de crónica, esta es una colección de las ideas que se me ocurrieron mientras veía a Yo La Tengo el miércoles pasado. Espero que sirvan como invitación para escuchar esta banda, evocando al mismo tiempo algunas de las sensaciones del gran show que dieron los estadounidenses.

Uno: Ya fue eso de analizar canciones usando terminología marxista. Lo de aplicar aparatos de corte ideológico a la cultura popular es muy sixties. Además, la muleta académico-filosófica les pertenece a los críticos de rock que hoy pisan su quinta década de vida. Pero, cuando Ira Kaplan presentó una canción diciendo “Nos apenó mucho enterarnos de la reciente muerte de…”, lo primero que se te vino a la cabeza fue Hugo Chávez. Por algo la política es el pasatiempo favorito de los bolivianos. En un país tan rácano en la producción de divertimentos pop, política y entretenimiento sufren un inevitable isomorfismo. Como está sucediendo aquí. Total, la banda se refería a Kevin Ayers. Acordemos, mejor, que eso de Tesis-Antítesis-Síntesis es una idea Hegeliana. Así se puede decir que “Ohm” es la canción sintética de Yo La Tengo sin desatar dramas dogmáticos. Cosa además indudable: si Yo La Tengo fuera un solo individuo, esta sería su composición más personal. Pero tampoco hace falta tirar de la ficción. Basta notar la forma en que las voces de los tres miembros del grupo se mezclan y conducen la canción. O recordar que en realidad todos tocan, a su turno, todos los instrumentos. Quizás no en “Ohm”, pero allí hay dos guitarras que se funden en el flujo rítmico de la batería, como si se tratase de la vibración de un mismo instrumento. Además, “Ohm” es la clase de cosa que no estaría fuera de lugar en “The Velvet Underground” (1969). Un elogio mayúsculo para un trío que desde siempre se ha perfilado como heredero de la Velvet. Aunque “Ohm” es demasiado british invasion para pasar por una obra de V.U. Demasiado garage, demasiado brillante en su desaliño. Está tocada por esa esencia hip pero relajada tan típica de Yo La Tengo, de su Hoboken natal y de esa cepa germinal del rock indie que integró el trío. Es, por algo, la canción que abre su más reciente disco y (en versión acústica) también este concierto, con el que se supone vienen a presentar “Fade”. Hegel o no, si tuviésemos que destilar un concentrado de lo que es, cómo suena y qué representa Yo La Tengo, “Ohm” no sería una mala opción.

Dos: Parte del éxito de Yo La Tengo es aspiracional. El gancho más claro está en ese Ira Kaplan que pasó de crítico de The Village Voice a liderar una de las bandas más respetadas, longevas e idiosincrásicas de la esfera indie. Pero no todo el mundo es un crítico de rock con ganas de cruzar la barda. El atractivo del grupo es mucho más universal, y pasa por la encantadora pareja que forman Ira Kaplan y Georgia Hubley. Son contadas las bandas de rock independiente en las que un matrimonio juega un rol tan fundamental. De hecho, con la otra gran pareja del indie disuelta hace poco, la primacía no se le discute a Yo La Tengo. Pero la que anclaba Sonic Youth no era una relación horizontal... Kim Gordon tocaba el bajo en una banda de guitarras. En cambio, Ira y Georgia confunden sus registros vocales adrede. No cuesta imaginar que esta pareja de fanáticos del béisbol de verdad se enamoró en una tienda de discos. Por esto la transparencia de “Big day coming” es esclarecedora, contándonos cómo una cita ideal para esta pareja implica pasarse la noche tocando juntos rarezas de los Stones. La felicidad doméstica, profesional y estética que proyectan Kaplan y Hubley es completa. Nos seduce de una forma en la que el matrimonio ejemplar de un pastor bautista serviría para preservar la moral de su congregación. Incluso se permiten escenificar ese equilibrio al tocar “Big day coming”, que cierra la mitad acústica del concierto. Si lo usual es que Georgia Hubley cante desde detrás de la batería e Ira ponga las cascadas eléctricas, aquí tenemos a Kaplan susurrando sobre el piano mientras Hubley dibuja filigranas de feedback con una guitarra. Así, una canción que con sus caminatas ‘agarrados de la mano y en silencio’, podría terminar siendo la versión indie de una balada melosa, se transforma en un gesto de complicidad tan sublime como auténtico.


Tres: Hace poco descubrí lo qué es un candado chino. Me parece que es la analogía perfecta para describir el solo de guitarra en el rock. Son pocos los músicos que se salvarían de ese estereotipo, e Ira Kaplan debería estar entre ellos. La táctica de Kaplan consiste en otorgarle a la guitarra un vértigo físico, que no intenta integrar el solo en la arquitectura de la canción, sino que busca la coherencia jazz de James ‘Blood’ Ulmer o Sonny Sharrock. De ahí que el público entero haya contenido el aliento los instantes previos al primer solo de la noche. Con “Stupid things” comenzaba el segundo set, la mitad eléctrica del espectáculo, y por unos instantes se hizo un vacío en el auditorio. Esa es la clase de emoción que genera el trabajo guitarrístico de Kaplan. Lo que también explica el bajo vuelo de su presentación en el Primavera Sound 2012. Aquella tarde había algo que no terminaba de funcionar para Yo La Tengo, y no era el tamaño del escenario, el horario, ni mucho menos la seguidilla de hits que se sacaron de la manga. Poco después nos enteramos que Ira Kaplan estaba muy enfermo, aquejado por una dolencia que no le dejaba completar un concierto de pie. Mal podría entregarse al torbellino de energía que le exige su estilo al tocar la guitarra. Imagínense, si Hendrix tocaba la guitarra de espaldas, Ira Kaplan lo hace con la espalda, restregándosela por todo el cuerpo. Ya recuperado, hoy se ve a un Kaplan que ha recobrado la energía, la vitalidad y hasta la capacidad de divertirse. La confiable brújula que constituye el guitarrista, explica la consistencia de una banda que, con tres años de diferencia, viste hacer dos de los mejores conciertos de tu vida (el 2010 y el 2013). Además de otro muy bueno (el del Primavera 2012). Es un promedio más que notable.

Cuatro: El otro secreto del éxito sostenido de Yo La Tengo es su carga genética más próxima al garage rock que al indie. Me explico: para mí Pavement es la quintaesencia del indie noventero. No es sólo una cuestión generacional (Ira Kaplan le saca una década a Stephen Malkmus), sino de filosofías de vida. Cierto que Malkmus y James McNew fueron DJs en la misma radio universitaria y que tanto Kaplan como el líder de Pavement comparten la excentricidad velvetiana en su acercamiento al pop, al uso de la guitarra, etc. Pero, apelando a un símil esclarecedor, Pavement son Los Simpson y Yo La Tengo Rocky & Bullwinkle, o el “Adventure time” original. Parte del atractivo de Pavement está en su posmodernidad cool, en su cinismo formado al calor de la cultura popular y los medios masivos. Como Foster Wallace o Tarantino, bestias noventeras por excelencia. Yo La Tengo carecen esa perversidad. Una malicia, por cierto, autodestructiva. Puede que Stephen Malkmus sea hoy un tipo mucho más tolerante, pero incluso así es imposible imaginarlo haciendo un cover de George McRae, como con el que Yo La Tengo cerraron este concierto. O tocando ese pastiche de Prince/Sly Stone que es “Mr. Tough”. Los de Hoboken tienen la inocencia de una banda primeriza, encantada con la oportunidad de tocar, sea lo que sea. Claro que eso no quiere decir que son ingenuos; al contrario, muerden hasta sus propias canciones, como hicieron al tocar con incuria y crudeza “Is that enough”, tan prístina en su versión original. Podrán comenzar el show con un set de nueve canciones acústicas y hacer un bis a cappella, pero en el medio te aturden con latigazos de ruido, con un volumen que en “Blue line swinger”, “Before we run” o la paradigmática "Pass the hatchet I think I'm good kind", aclara que hay más de un motivo para su célebre colaboración con Kevin Shields. Y sí, es la misma banda que le saca brillo a The Seeds, Devo, The Go-Betweens… o graba un tema titulado “We’re an American band”, como ese himno de Grand Funk Railroad, quizás la banda de rock menos cool de la historia.


Cinco: A juzgar por la tapa de “Fade” y la decoración del escenario, el emblema de Yo La Tengo en esta gira es un árbol. Con una ambientación más que sobria, el único elemento visual extra provino de tres  (bastante caricaturescos) arbolitos de cartón, cada uno colocado detrás de donde se sitúan los miembros de la banda. Es una metáfora sencilla y perfecta. Kaplan, Hubley y McNew son tres individuos distintos, pero tan parecidos entre sí como tres árboles de una misma especie. La versatilidad de la banda también se describe muy bien en un árbol, que varias veces al año pasa de estar cargado de hojas a perderlas, de mecerse con la brisa a ofrecer refugio del sol. Igual, Yo La Tengo cambia tanto que puede abrir y cerrar el concierto con “Ohm”, primero como una especie de raga acústico y luego con arrebatadora contundencia eléctrica. O parecer una banda falta de tablas, a la que cualquier escenario le resultaría grande con esa batería destartalada y sus vocalistas que no afinan; para de inmediato convertirse en una aplanadora de rock torvo haciendo covers de Sun-Ra. Lo mismo derrochan inventiva en espectaculares solos de guitarra noise como traman un ensayo encima del escenario, tratando de recordar “There is no life without love” de los Kinks, y así poder tocarla, pues se les acaba de ocurrir la idea. Es probable que todas esas señales sean decisivas en su espontanea discordancia, pues tocar en Yo La Tengo es el trabajo soñado por este trío de obsesos musicales. Es un proyecto personal, libre y orgánico, más allá de lo que uno creería posible en un ente con tres cabezas. Por eso es capaz de regenerarse y perdurar en su integralidad. Como un árbol, que aguanta el flujo del tiempo tanto como se deja llevar por este. Incluso, en inglés, Three y Tree son homófonos. O tal vez este dislate no es más que un efecto inducido por tres horas de felicidad extrema. Mierda, siempre tres.



Las últimas dos fotos son de Pablo Luna Chao